La más valiosa información que obtuve de mi viaje procedió de los padres de Carlota, que aún vivían, aunque sin apenas saber nada de su hija, quien de solícita y apocada persona habíase mutado en descuidada e imbuída de una especie de "joie de vivre" desmedida.
Sus padres me confesaron su sospecha de que la hija debia hallarse en ese estado de alteración de conciencia llamado "amor", pues no se explicaban de otra manera el cambio por ella experimentado. Sabían que vivía con Hilde y su marido y no dejaba de disgustarles la sospechada posibilidad de que fuera Ernst el motivo de los cambios manifestados por Carlota.
Recordaban perfectamente a Hilde. Me hicieron prometerles que les ransmitiría su agradecimiento por cuanto había hecho por su hija y me pidieron que le entegara unos dulces caseros de su parte.
Mientras aguardaba a que mis anfitriones prepararan los presentes para entregármelos, reconocí la habitación, así como la humilde biblioteca: apenas unos volúmenes polvorientos, que trataban de alquimia y otras ramas esotéricas del saber... no dejó de intrigarme que unas gentes sencillas poseyeran libros de estas caracterísitcas.
Mas en el escritorio hallé algo interesante: un cuaderno sin título que mostraba en su interior unas letras pequeñajas y prietas, garrapateadas por una mano vigorosa y "dura": apenas pude entender otra cosa que complicados "conjuros" e historias inconclusas de seres vampíricos.
Solté el cuaderno como si me hubiera quemado las manos. Comenzaba a entender.
Tras agradecer en nombre de Hilde la cesta con los dulces y confirmar que el cuaderno y los libros pertenecían a Carlota, salí de la casa convencido de que había hallado el cabo que, aún adentrándome en el Laberinto, me ayudaría a ver la luz.
En la terraza de un café, poco antes de volver a tomar la calesa para regresar a la mansión, presté oídos a cuantas conversaciones (humanos cotillas, quienes hablan y escuchamos) se desarrollaban alrededor de mi mesa: como no podía ser menos, Hilde y sus circunstancias eran objeto de una de ellas:
Dos damas y un caballero, que apuraban sus capuccinos en la mesa contigüa, comentaban que Hilde sufría una especie de crisis maníaco-depresiva, a decir de sus preocupados esposo e íntima amiga, a quienes,por cierto, se veía en los últimos meses muy unidos:
.- "Hilde debe haberse percatado de la fuerte amistad entre Ernst y Carlota"- decía una de las Damas
.- No debe tener salud como para darse cuenta de nada"- decía la otra
.- "Ernst se está consolando muy agradablemente"-comentaba su acompañante- "pero creo que debería ser más prudente: el otro día me contó un amigo que los vio besándose a orillas del lago cercano a la Mansión"
.- "¡¿Qué dices?!"-saltaron al´unísono las damas
Y entre ambas comenzaron a atropellar al pobre caballero a preguntas.
Ya había escuchado suficiente. Decidí volver a la Mansión.
Durante el viaje de regreso terminé por atar prácticamente todos los cabos. Y decidí hablar con Carlota nada más poner un pie en la casa.
Fue ella en persona quien me abrió la puerta. con una sola mirada a mi semblante, se dejó conducir del brazo hasta el salón de café:
Allí le pregunté por Hilde y me dijo que no se encontraba bien y estaba descansando en su habitación.
Sin más rodeos, le conté de la visita que acababa de realizar y de cuanto había llegado a mis oídos. Antes de que pudiera hablar le comuniqué mis sospechas:
.- "Fue Vd. siempre, Carlota, la mujer apocada que vivió a la sombra de la amiga. Y hace unos meses decidió vd. vivir la vida de su amiga: robarle su vida, sus recuerdos, su marido. ¿Me equivoco?"
.- "No... no caben las protestas, sólo explicaciones". dije, ante la súbita reacción de furia de Carlota- "Hilde apenas tiene tiempo. No lo malgastemos".
Volvió a tomar asiento Carlota: de la cólera pasó su faz al cinismo y de él a la soberbia triunfante:
".- Bien. Termine vd. de hacer sus suposiciones y extraiga las conclusiones que prefiera. Ni siquiera sabe de qué acusarme".
.- "Señora mía"-le dije afligido- "es Vd. un vampiro psíquico: Nunca ha tenido la fuerza ni el valor suficientes para vivir su propia vida y por ello ha decidido robar la de Hilde. Por eso ha robado su memoria, su espiritu, su existencia en breve... no pueden existir dos personas con los mismos recuerdos"
.- "¡Estupendo!"- gritó Carlota- "¡Le felicito!"- y sin apartar sus ojos de mí, comenzó a pasear por la habitación, aplaudiendo con parsimonia y cinismo-
.- "Tengo unas preguntas para Vd. "-continuó: "¿puede probar cuanto dice?. ¿Puede pensar desde la lógica que alguien haya de creer su historia de "monstruos"?. ¿De verdad piensa que puede aún salvar a Hilde?".
.- "Yo le responderé"- arguyó, antes de que pudiera siquiera pensar en hablar- "Mi vida ha estado vacia, no por ausencia de valor, sino por puro aburrimiento. Nunca pasaba nada, no guardo, por tanto, recuerdos. ¿Quién puee así ser feliz?. Tengo derecho, ¿me oye?. D E R E C H O a tener una memoria, a tener una vida. Y ésta comenzó hace unos meses, cuando convencí a a Hilde para traerme a vivir a su casa. Pronto será mía, como ya lo es Ernst. Nada puede hacer por Hilde, pues ya está muerta"
No me molesté en replicar. Salì disparado hacia la habitación de Hilde, donde la encontre desmadejada sobre la cama, con el rostro cerúleo y apenas un hilo de aliento en su pecho.
.- "Hilde, ¡Hilde!!... - musité, gité-
Apenas entrabrió los ojos, para volverlos a cerrar, como si aquél esfuerzo fuera el último. Y una dulce sonrisa asomó a sus labios al contemplarme junto a ella:
.- "Mi querido amigo... no sufra... estoy tan cansada... ". "no"- me interrumpió, viendo mi gesto- déjeme terminar, o no podré..."
.- "No sabía cuando le invité a esta casa, su casa, amigo mío. Pero ahora entiendo... y sé que Carlota es "yo", que ya no tengo nada, pues mi espíritu, mis recuerdos, todo cuanto fuí y soy ya le pertenecen, incluída la devoción de mi esposo, quien la ha ayudado, quizá porque siempre se sintió atraído por ella, aún cuando él no lo supiera. Yo lo sé ahora"- con gran esfuerzo, Hilde intentó proseguir-
".- Es tarde, y de nada sirve cuanto sé y veo que vd. también ha adivinado. Ya no me pertenezco, pues apenas me queda un alma que entregar, sin recuerdos que llevarme. Déjeme conservar este momento para llevarlo donde quiera que haya de ir ahora. Y no les castigue... porque yo hace tiempo que les he perdonado, aunque el miedo no me haya abandonado sino hasta el instante en que vd, querido amigo, cruzó el umbal de esta casa. Pues de su cariño y preocupación por mí han desaparecido el terror y la angustia. Y gracias a vd. me hallo en paz... "
Con un último esfuerzo, Hilde se irguió sobre el lecho y depositó un suave beso en mi mejilla. Finalmente, expiró.
Cerré sus ojos y permanecí no sé por cuánto tiempo, con sus frías manos entre las mías... llorando...
Salí entonces del cuarto y busqué a Ernst y Carlota: Les hallé juntos... al pie de la escalera. En sus miradas adiviné que aguardaban, que se sabían triunfantes. Y sin poder contenerme, me eché sobre Ernst a puñetazos.
No recuerdo bien qué ocurrió... sólo que el dolor me cegaba y que deseaba, ralmente lo deseaba, hacerles pagar la muerte de Hilde... luego supe que un candil se habia estrellado contra el suelo, en el transcurso de la pelea, y me contaron que la llama habá prendido la alfombra del hall.
Sólo recuerdo un humo espeso, negro, que se abría paso en mis pulmones y que me arrastré, jadeando jasta la cristalera del salón de café... la golpeé con algo que encontré y me desmayé en el jardín.
La policía me narró también el destino de Ernst y Carlota: ésta debió ser prendida por el fuego en su vestido de seda, y debio echar a correr, con lo que las llamas aumentaron su poder ignífugo: debió en un momento abrazarse a Ernst: así fue como también él se consumió. Encontraron los cadáveres juntos, abrazados.
Fin
Junio
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